martes, 27 de noviembre de 2012

Cosas de Leos

No sé si te pasará, pero a mi hasta a veces me gusta. Hay veces que la disfruto, sí, que dejo que me envuelva hasta ahogarme. Pero a veces esa marea llega más alto de las caderas y te arrastra hacia dentro y casi no puedes salir. Y gritas, pero sin esperanza ni ganas de que te escuchen, pero sigues gritando igual, y te hundes en canciones que te tiran más y más hondo, y no sabes si quieres salir. Llega un punto en que hasta te encuentras cómoda... Pero ojalá llegase alguien que te sacara de allí. Y te preguntas si vale la pena volver a asomarte por la mañana, o si alguien volverá a abrazarte. Ojalá alguien llegase y te abrazase, y se quedase contigo compartiendo esa melancolía, entendiéndote. No harían falta palabras, bastaría con una mirada cómplice que significaría todo. Unos brazos por la espalda que te hagan darte cuenta de que estás ahí, en ese momento y esa hora exacta, con alguien que trata de apaciguar ese torbellino que guardas tan adentro. Y que te mire, y te atraviese con la mirada y sepas que te está mirando a ti, a nadie más, que se está ahogando contigo en tu mirada y no vais a mirar atrás.

martes, 20 de noviembre de 2012

Sobredosis de ex.

Estoy exhausta. Día a día nos exigen no olvidar exhalar los sueños. Siento que es exactamente eso lo que falla en mi existencia. Intento no exagerar cuando hablo de lo mucho que me excitas. Resulta tan exótico quedarme a vivir en tus labios, que puedo decir que me considero experta en el arte de explorar tus muslos. Resulta algo extraño intentar extraer esta cantidad de besos incrustadas en mi piel. Cuando alcancemos el éxtasis, que no te extrañe si te exijo que volemos. Quiero ser tu exclusividad, tu experimento. Y tú siempre exclamas que no hay nada más allá de la vida a mi lado, que puede parecer difícil explicarlo, que se puede extrañar algo incluso antes de tenerlo.

martes, 6 de noviembre de 2012

No existe un amor permanente

No existe un amor permanente, constante, persistente. Resulta imposible -aunque deseable- dedicar cada acto y pensamiento de cada día a una única persona. Y nos asustamos, nos creemos que ni somos capaces, ni lo seremos; nos retiramos en el amor para dedicarnos al arte de echar de menos. Pero lo que nadie sabe, lo que nadie dice, es que el amor viene y va, que cuando se encuentra no hay que dejarlo ir por esas pequeñas dudas que nos atrapan por las noches y los domingos. Encuentra a alguien que te sonría, alguien dispuesto a tomar un café contigo a las ocho de la tarde porque apetece, porque por qué no ibais a hacerlo. Enamórate hasta los huesos de quien se atreva a dormir contigo, de quien te invite a dormir y no te cambie con las sábanas. No olvides escribirle, ni dedicarle alguna canción, regalarle algún beso. Y ahora lo más importante, si te asustas no huyas, no seas cobarde, aprende que el amor se vive en sus labios, no le obligues a echarte de menos.

sábado, 3 de noviembre de 2012

Noches ajenas.

Era una noche azul, una oportunidad oscura de volver a inventarse. No importaba si acudías sola a aquel lugar, sólo se exigía venir sin miedo. Si lograbas romper el hielo de sus comisuras ya no había vuelta atrás. Era cuestión de improvisar, de no sonreír demasiado, ni sentir demasiado. Desde que entrabas por la puerta no estaba permitido tocar más que con la mirada, había riesgo a perderse. Existían dos tipos de pulseras, a la entrada te asignaban un color dependiendo de tus expectativas. Una vez dentro si alguien coincidía con tus sueños, se te permitía arreglar su sonrisa. A pesar de compartir sonrisas, no se permitían promesas, ni nuncas, ni siempres. Se trataba de atreverse, de volcar todo lo que tenías dentro en un desconocido y esperar que no te decepcionara, al menos por una noche. Si tenías la suerte -o la desgracia- de enamorarte, no surgían obligaciones más allá de compartir el amanecer. Nunca había que olvidar que a la mañana se acababan los sueños, que había que despertar, pero no por ello había que privarse. Y cuando salía el sol, no había riesgo de despertar en camas ajenas, en brazos ajenos, con un amor ajeno.